
¿Quién soy? Pregunta precisa e imposible, religiosa, filosófica y metafísicamente contestable, pero ninguna capaz de satisfacer la duda, ninguna perfecta como para explicar la sensación de que un ser extraño habita en mi cuerpo y de que un ajeno disfraz envuelve mi esencia. No todo permanece en la dual división. Son tantas las partes que construyen la apariencia y dan impulso al movimiento; imagen y acción, el sujeto y el verbo que dan cuerpo a la oración. ¿Que pasaría si actuara mañana como un enfermo sexual?, ¿seguiría siendo yo si al despertar elucubrara un plan asesino mientras escucho metal progresivo? ¿Que pasaría si mañana me olvido del arte y me centro en la superficialidad? ¿Seguiría siendo yo si descubro que me quiero lanzar de campaña en un partido político, si comienzo a talar árboles, si me inyecto un poco de heroína para sentir en mis venas el limbo perezoso? Son tantas las caras que apenas distingo un leve rasgo de similitud, ¿en que momento pasó? ¿Cuando fue que mi corazón palpito por primera vez como loco por una emoción? ¿Quién fue el que lloró por aquella mujer? ¿En donde quedaron los sueños de la época cuando los demás me consideraban un niño? ¿En que momento mi voz olvidó sus tonos chillones? Instantes ajenos, tantos momentos que se acumulan en una caja etérea llamada memoria, pero es cierto que ya no los podemos oler, sentir o escuchar. ¿Quién lo vivió? ¿Es que alguien decidió usurpar el presente y transportarlo al eterno pasado? ¿Quién era al principio? ¿Soy la misma persona? ¿Hasta cuando?