¿Quién soy? Pregunta precisa e imposible, religiosa, filosófica y metafísicamente contestable, pero ninguna capaz de satisfacer la duda, ninguna perfecta como para explicar la sensación de que un ser extraño habita en mi cuerpo y de que un ajeno disfraz envuelve mi esencia. No todo permanece en la dual división. Son tantas las partes que construyen la apariencia y dan impulso al movimiento; imagen y acción, el sujeto y el verbo que dan cuerpo a la oración. ¿Que pasaría si actuara mañana como un enfermo sexual?, ¿seguiría siendo yo si al despertar elucubrara un plan asesino mientras escucho metal progresivo? ¿Que pasaría si mañana me olvido del arte y me centro en la superficialidad? ¿Seguiría siendo yo si descubro que me quiero lanzar de campaña en un partido político, si comienzo a talar árboles, si me inyecto un poco de heroína para sentir en mis venas el limbo perezoso? Son tantas las caras que apenas distingo un leve rasgo de similitud, ¿en que momento pasó? ¿Cuando fue que mi corazón palpito por primera vez como loco por una emoción? ¿Quién fue el que lloró por aquella mujer? ¿En donde quedaron los sueños de la época cuando los demás me consideraban un niño? ¿En que momento mi voz olvidó sus tonos chillones? Instantes ajenos, tantos momentos que se acumulan en una caja etérea llamada memoria, pero es cierto que ya no los podemos oler, sentir o escuchar. ¿Quién lo vivió? ¿Es que alguien decidió usurpar el presente y transportarlo al eterno pasado? ¿Quién era al principio? ¿Soy la misma persona? ¿Hasta cuando?
23 abr 2007
10 abr 2007
Sucesión de Imágenes
. . . Escribir se convierte en deber después de la experiencia cruel. Imágenes que se suceden, se heredan y adjudican una tras otra más allá del tiempo y del espacio, mas allá de la conciencia, explicándose el motivo de su razón, reflejando y prediciendo un destino incierto. Todo consiste en imágenes; apariciones alternas de una esfera blanca, indicaciones ilógicas constantes para no salir de la conexión coherente que difícilmente se respeta por una mente liberada. Gente corriendo hacia la orilla, alguien se aleja lentamente, la familia no lo soporta y me estremecen los gritos desconsolados de desesperación que agonizan. Las brazadas no parecen hacer su trabajo frente a un mar tan imponente, tanta agua, tan insignificante el hombre como un punto negro en el universo. Quiere desistir pero el mar no se cansa de alejarlo ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Cuánto tiempo más? Pregunto cómo es la imagen de mi desdichado cuerpo en el estado de ultra conciencia. Sin enaltecer a la fuente le agradezco por violentar mi filosofía y enfrentarla contra el ondulante presente. Estoy más conciente que nunca, pero me aplasta la casa, se cierra sobre mí, tanto viento me quiere comprimir. Esta vez no te hago caso voz de la predicción, aún puedo hacer el intento. Me voltea a ver de forma acusadora. Estúpido. Es tan triste tu imagen. Se encienden las palabras con fuego, breve selección de ideas interminables que construyen la canción. Ningún tema es el mismo, todos vienen entre imágenes de varias dimensiones. Esta vez no hay risas, la casa roja me comprime. Tengo sed. Esto acabará, pero ¿a que costo? Alguien se ahoga, lo recuerdo. Huyo del templo de rocas y me refugio en este templo interior. . .
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